Probablemente si eres de mi generación (X 1965-1979) reconocerás el hecho de que nuestra educación fue inmensamente diferente a la de las generaciones recientes. Nos enseñaron a ser fuertes, a tragar entero, a caernos y levantarnos sin rechistar, que llorar era de niñas y que, sobre todo, había que soportar la tiranía de la vida y seguir adelante.
En ese sentido, nuestras emociones en muchos casos sufrían, en otros casos nos hacían fuertes, era algo así como la supervivencia del más fuerte, sin embargo, el hecho común es que no sólo para mi generación, sino para muchas otras personas, estar expuesto, abierto a compartir tus sentimientos siempre ha sido un problema, considerándote una persona blanda, débil y vulnerable.
Vulnerabilidad. Esa palabra que nos asusta. Sólo pensar en abrirse a alguien, en estar expuesto, a la intemperie, sujeto a Dios sabe qué. Ut se ha considerado un concepto negativo, se relaciona con debilidad, con vergüenza, con rebajar la imagen de uno mismo y la proyección hacia los demás, parece que es algo muy malo, ¿o no?

La vulnerabilidad tiene un poder oculto, es una habilidad que si se descubre, si se entiende como un potencial tiene la fuerza de construir nuestro carácter, nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás. Pero claro, lo que hay que hacer es uno entender esta idea, luego superar viejos paradigmas de conocimientos impuestos, y tres la voluntad de abrirse a crecer. Para poner en marcha este superpoder lo primero que hay que hacer es identificar nuestras emociones, entender qué las desencadena, aceptar que somos seres imperfectos y que estamos destinados a aprender de nuestros errores, ser lo suficientemente compasivos como para perdonarnos por esos errores y cagadas. Ser vulnerable es, por supuesto, una forma de cambio y, como tal, es incómodo.
Debemos entender que hay tres elementos clave a tener en cuenta en este concepto de vulnerabilidad a medida que se navega por él (vergüenza, pérdida y valores); todos están interconectados, y todos desempeñan un papel importante a medida que avanzamos en el proceso de apertura.
Otra cosa a considerar, la vulnerabilidad significa que ponemos nuestras emociones al frente, en primera línea, por lo que necesitamos entenderlas, y debemos aprender a manejarlas también, recuerda también, que nunca están solas, cuando las emociones florecen, nunca se muestran individualmente. Así que, si te atreves a ser vulnerable si estás dispuesto a crecer, a ser un mejor yo, un individuo más empoderado, ten en cuenta esto, pero que sepas lo más importante la vulnerabilidad puede venir como un conjunto de grandes y útiles ventajas, por ejemplo: te permite abrirte al aprendizaje, te ayuda a conectar de forma más consciente, se dice que es el punto de partida para la felicidad ya que aprendes a aceptarte más, potencia tu creatividad ya que contribuye a gestionar las emociones y eso te permite utilizar tu proceso de pensamiento de forma más eficaz, también te permite crear mejores y más fuertes relaciones ya que abrirse a la aceptación te lleva a la autenticidad y esto es fundamental para relacionarte mejor contigo mismo y con los demás. Supongo que al final no hay nada que perder y sí mucho que ganar.
